Se lee aguantando un poco la respiración, como cuando uno trata
de volverse invisible al peligro. A veces con rabia, con impotencia
ante tanta violencia y tanto desamparo. Se comprende la realidad
a la que nos enfrentamos más allá de lo anecdótico.
Con suerte no has tocado vivir solamente alguna de estas historias y con mucha suerte, ninguna.
Con suerte no has tocado vivir solamente alguna de estas historias y con mucha suerte, ninguna.
Al final, Héctor Torres, consiguió que respirara de nuevo. Me sorprendió. Es que en Caracas nos sorprende lo bueno. No les voy a contar nada, pero qué hermosa manera de cerrar el libro.
Caracas muerde y a veces muerde suavecito.
Léanlo.
®
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