Tuesday, January 3, 2012

Ni el perro negro.
















De repente una muchacha a la orilla de la playa,
al lado de una bandera roja.
Jeans, correa marrón y suéter verde;
completamente boca abajo, con la cara en la arena.
El agua la moja casi hasta las rodillas una que otra vez.
¿Respirará?
¿Cómo llegó ahí?
Las personas pasan pero nadie la mira.
También un perro negro que ni la huele.
Debe estar viva.
Levanta la cabeza un segundo.
Sí, está viva.
Hay una botella de cerveza a su lado (no me había fijado).
Al rato se levanta como un rancho y camina.
Se sienta en una tumbona junto a otras personas.
Nadie habla.
Luego, todos duermen.
Una simple borrachera parece,
de esas que se arrastran de la noche anterior.
Pero a mí, esa imagen desencajada
de la muchacha a la orilla de la playa;
jeans, correa marrón y suéter verde,
desparramada,
a quien un perro negro le pasa por al lado
olfateandolo todo menos a ella,
me dejó una sensación de desolación.

®

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