un radio reloj de números rojos.
Siempre las tres de la mañana.
Las horas pasaron,
las paredes cambiaron;
cada quien tomó su camino.
Y yo que pensaba...
No sé en qué pensaba;
en la calle inmediata,
en el tiempo infinito.
Rompí todas las reglas,
unas cuantas puertas;
también mis rodillas
y lloré.
En un desenlace distinto
quizás hoy el sol fuese frío,
mis años un pálido cuento
de músculos hechos de piedra
y mis oídos un salón vacío.
Quizás no hubiese llegado aquí,
a mí, a ti...
®
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