Un gato negro se escondió en mi espalda,
sentí la punta de sus uñas mientras me abrazaba;
no me hizo daño.
Acompañé al perro hasta la puerta.
El gato negro, ojos de bronce,
me miraba ya desde lo alto del muro,
no sé si con tristeza.
Yo me alejaba,
soñaba que escribía esto.
Qué gato tan hermoso, pensaba,
ya regreso.
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