Friday, September 2, 2011

Carreteras y destinos.

Todos los rastros que se pierden en el bullicio o en el silencio.
Las marcas, en la maleta y en el suelo,
todas sus historias quedan allí
como aquel tallado con navaja: yo estuve aquí.
La oscuridad de la incógnita entre la neblina de las noches,
trabajando incansablemente,
o durmiendo, tal vez.
No es igual el paisaje de una casa, montaña o playa,
tan inspiradores en su belleza vista bajo cualquier posición del sol,
con su deseo de albergar la vida diaria;
arena tibia por las tardes,
cangrejos que salen de sus huecos,
fresas brillantes entre verdes,
brisa fría y limpia,
una café por la mañana bien temprano,
movimiento a gusto entre labores,
la luz de una vela y la sombra que hace esquina,
el horno encendido,
hambre y placer.
Aunque nunca un sueño voluntario es desgraciado,
es la invitación al destino de un momento estático
en medio de la realidad y sus capas.
En ese paisaje hay una carretera que se llevará toda la atención,
con sus líneas, su trayecto, su distancia;
y te espera.
Dibujará en tu mente un viaje hacia cualquier galaxia posible
en lo inevitable de lo que transcurre,
una sorpresa o distintas formas de verla
(que viene siendo más o menos lo mismo),
los árboles que bailan a tu paso y vas dejando atrás,
que jamás volverán a ser los mismos.
Ella es a cada segundo distinta,
con sus rampas de frenado, peajes y policías acostados,
el tráfico o la vida de cualquiera que se escurre en una lágrima,
conexiones y rupturas.
Puedes rodar sobre ella en cualquier dirección
o caminar a su lado como si la llevaras de la mano,
cruzarla o devolverte en un momento
y te hará creer siempre que vas hacia delante,
No importa si ves o no el final del camino,
si adelante hay una curva como un precipicio.
No importa si lo seguro es el desconcierto o lo desconocido,
aun con carteles que digan: por aquí o por allá.
Si te acercas lo suficiente, te hablará:
buenos días, buenas tardes, buenas noches,
te llevaré a donde sea que vayas
o regreses.

®

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